Jorge Gómez Barata
Si
como afirma el general Andrei Kartapalov, Jefe de la Dirección de Operaciones
del Estado Mayor Ruso, en el incidente que concluyó con el derribo del Boeing
777 del vuelo HM17 de Malaysian Airline estuvo involucrado un avión SU-25 ucraniano,
también hubo un piloto, un aeródromo y los servicios de tierra que aseguran los
vuelos de los cazas. Lo mismo ocurre si el derribo fue realizado por un sistema
BUK. Ninguno se auto dirige ni opera en automático.
Todas
las acciones militares forman parte de una cadena de mando y las órdenes siguen
un rígido conducto reglamentario. Los aviones se agrupan en escuadrillas y las
piezas antiaéreas en baterías. Los uniformados son meticulosos
hasta la exageración en el registro de incidencias, ocurrencias y sucesos
extraordinarios; nada deja de anotarse en cuadernos que son guardados y
conservados y, al mando ninguna información pueda ser ocultada ni manipulada.
Nadie
puede en un ejército moderno lanzar misiles, hacer despegar aviones, echar a
funcionar radares o desplazar armamentos sin rastros y testimonio escrito de sus acciones. Cualquier cosa que haya ocurrido con el MH17 es de conocimiento de los
mandos y del Comandante en Jefe implicado.
El
estudio físico del fuselaje revelará o dará pistas acerca del proyectil o los
proyectiles que impactaron al Boeing, que pueden haberlo destruido o
simplemente abrirle un boquete. Así se sabrá si explotó en el aire o se
precipitó íntegramente; la dispersión de
los fragmentos en tierra hablará en el lenguaje concluyente de las cosas
inanimadas que si bien no hablan, tampoco mienten.
El
trabajo de los forenses con los cadáveres y los restos será decisivo y
prácticamente imposible de manipular. Los muertos rendirán su ultimo testimonio
y contarán si tuvieron tiempo para intentar salvar sus vidas, proteger a sus
hijos, alcanzar las máscaras de oxígeno o los salvavidas y sus pulmones
testimoniaran si respiraron o no humo y si murieron antes o después del impacto
en tierra.
Las cajas negras revelaran con exactitud la ruta del avión y en caso de
que se haya desviado del trazado original o rebasado los límites del corredor autorizado
pudiera aclarar los por qué. Todas las conversaciones con los controladores,
incluso si las hubo con su verdugo estarán registradas. Con todo detalle, en un lenguaje
asequible solo a los expertos, se ilustrará sobre las maniobras de los pilotos
antes y después del impacto y sus voces.
Así se sabrá si se percataron del ataque o fueron sorprendidos por el
impacto y hasta qué momento tuvieron control del aparato.
Pronto conoceremos si el capitán tuvo oportunidad de emitir alguna instrucción
a la tripulación o a los pasajeros y si le fue posible encomendarse a Dios.
Con certeza los expertos demandarán de los mandos militares ucranianos,
rusos y de las autodefensas, datos y evidencias necesarias para completar la
investigación. Todos los registros de los controladores
de vuelo civiles a lo largo de la ruta desde el despegue a la caída serán escrutados.
Especialmente reveladores serán
las lecturas de los radares ucranianos, rusos, de la OTAN y de cualquier otro
país cercano al área del incidente.
Al
margen de la sinceridad, de los trascendidos e indiscreciones de las decenas de
militares y civiles involucrados en la interrupción del vuelo del HN17, el
avión que lo escoltó o lo derribó (si lo hubo) y de la batería BUK (si la
hubo), los muertos, los documentos y los hierros carbonizados y
retorcidos dirán todo lo que algunos vivos quisieran ocultar. La verdad será conocida y los culpables individualizados.
Las familias, los gobiernos y la
humanidad agradecerían a aquellos que por una u otra razón, incluso por
accidente, participaron en el hecho y confesaran su participación. La
honestidad no los absolverá pero les devolverá
algo de la humanidad perdida.
Los
muertos regresan al lugar de donde partieron y los expertos están listos. La verdad será reflotada. Allá nos vemos.

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