Tomado del blog Cartas desde Cuba de
Fernando Ravsberg en BBC Mundo/blog Segunda Cita de Silvio Rodríguez
Contra sus propios pronósticos Yoani
Sánchez, Eliecer Ávila y la hija de Osvaldo Payá salieron de Cuba
beneficiándose de la reforma migratoria que abrió las puertas de la isla, tras
50 años de trámites extremadamente engorrosos y caros.
Incluso cuando se
le informó que tendría su pasaporte, la bloguera insistió en que no lo creería
hasta que no lo viera. Debe estar más convencida ahora que se encuentra en
Brasil, donde iniciará una gira de 80 días (¿la vuelta al mundo?) por una
decena de países.
Sus contrapartes, los blogueros pro
gubernamentales, iniciaron una serie de críticas burlescas contra estos viajes
de la disidencia. En sus post aparecen caricaturas de Eliecer vestido de
vikingo, como si visitar Suecia implicara algún tipo de traición a la patria.
Parecería que hay una descoordinación
entre las autoridades de gobierno y sus publicistas. Mientras unos entregan los
pasaportes a los disidentes para que puedan viajar a donde les plazca, otros
pretenden ridiculizarlos por ejercer su derecho a salir del país.
El tema llegó a Facebook, donde Lenier
González, de la Revista Espacio Laical, recordaba que incluso a los enemigos
hay que tratarlos con ética y la profesora de periodismo Elaine Díaz
sentenciaba, en broma muy cubana, que "el respeto al viaje ajeno es la
paz".
No tiene nada de cuestionable que un
opositor salga a recorrer mundo, creo que incluso puede llegar a ser positivo.
Le permitirá observar otras sociedades y contextualizar su propia realidad, lo
cual es una de las carencias de la oposición cubana.
De hecho, ya la bloguera Yoani Sánchez
empezó a cambiar su discurso. Reclamó en Brasil el cese del Embargo Económico
de Washington contra Cuba, exigió el cierre de la base militar estadounidense
en Guantánamo y solicitó la liberación de los 5 agentes cubanos presos en EEUU.
(Cuando la noticia de esas
declaraciones llegó a Miami se alborotó el avispero. Algún regaño o amenaza
fuerte le deben haber hecho, ya que poco después declaro que ella no había
querido decir eso, que estaba nerviosa, etc., etc. Nota de TWS)
Lo que sí resulta curioso es la
facilidad y la rapidez con que estos disidentes logran sus visados en
comparación con las trabas que le ponen las embajadas al resto de los
ciudadanos cubanos, mucho más duras desde que La Habana abrió las puertas
migratorias.
Y no es que consigan el visado de un
país, es que en un mes tienen el permiso para entrar en una decena de naciones.
Eso cuando me consta que muchos diplomáticos recibieron órdenes de ser más
estrictos con las autorizaciones de viajes para los cubanos.
Cualquiera que haya pasado por las
embajadas en La Habana en busca de una visa sabe que los trámites ahora
resultan extremadamente engorrosos y caros, como paradójicamente, lo eran los
de la dirección de migración de Cuba antes de la reforma.
La vida se ha complicado desde la
apertura, España pide demostrar que se tienen miles de euros en un banco,
México exige el estado de cuenta de la empresa en la que trabajas y Ecuador no
demanda visa pero reinventó su Carta de Invitación.
Quito exige que un ciudadano
ecuatoriano jure ante notario que mantendrá económicamente al viajero,
demostrando que tiene solvencia. Además solo podrá invitar a un cubano cada 12
meses, así que si quiere recibir a una pareja tendrán que venir separados y con
un año de por medio.
Verdaderamente, los países que tanto
reclamaron la libertad de viaje de los cubanos deberían colaborar ahora a que
el ciudadano puede ejercer ese derecho. No se trata de que se les nieguen las
visas a los disidentes sino de que también se las otorguen al resto.
La "comunidad internacional"
debería decretar un año de gracia para que todos los cubanos que quieran
obtengan sus visados. En el terreno migratorio ya Cuba se abrió al mundo, ahora
solo falta que el mundo se abra a Cuba, tal y como propuso el Papa Juan Pablo
II.
Entre todos EE.UU. es el país que
tiene el mayor compromiso moral porque es el que más criticó las restricciones
migratorias cubanas. Podría dar el ejemplo y entregar visados a todos aquellos
que quieran visitar a los familiares que habitan en su territorio.
Pero lo cierto es
que la ilusión de los cubanos se desinfla cada vez que llaman a un consulado
preguntando por los requisitos necesarios para obtener un visado. Por primera
vez comprenden que tras el muro que acaba de caer había uno mucho mayor.
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