28 de febrero de 2013
Andrés Gómez, director de
Areítodigital
Miami.- La más importante decisión política tomada
por la dirigencia revolucionaria cubana en los últimos cuatro años fue su
propuesta, y ulterior elección por el pleno de la Asamblea Nacional del Poder
Popular, de Miguel Díaz-Canel Bermúdez para ocupar la Primera Vicepresidencia
del Consejo de Estado. Conjuntamente con
ese puesto Díaz-Canel también ocupará la Primera Vicepresidencia del Consejo de
Ministros.
La importancia de
esta decisión radica en que la dirigencia histórica de la Revolución decidió
nombrar a un dirigente revolucionario nacido después del triunfo de Enero de
1959 a la Primera Vicepresidencia de la República. El relevo generacional
histórico se ha finalmente consumado.
Es cierto que por
largos años, y es así actualmente, la mayoría de los dirigentes del Partido y
del Gobierno, tanto a nivel nacional, como a los niveles provinciales y
municipales han sido hombres y mujeres jóvenes o, al menos, mucho más jóvenes
que aquellos y aquellas que componen la dirigencia histórica.
Pero también es verdad
que los hechos que en marzo de 2009, hace cuatro años, resultaron en las
destituciones de Carlos Lage y de Felipe Pérez Roque, conmovieron al país,
lesionando la confianza de muchos revolucionarios cubanos en la capacidad
política y ética de los más jóvenes para cabalmente asumir las máximas
responsabilidades del Estado y del Gobierno.
Como también esas
destituciones dejaron en aparente entredicho la confianza de la dirigencia
histórica en aquellos dirigentes revolucionarios más jóvenes que serían los que
tendrían la responsabilidad de conducir en un futuro cada vez más cercano el
proceso revolucionario cubano.
Complicando aún más
esta difícil situación era que Lage y Felipe habían sido, tanto por las
responsabilidades que habían desempeñado y desempeñaban hasta el momento de sus
destituciones como por la confianza demostrada en ellos, tanto por Fidel como
por el resto de la más alta dirigencia revolucionaria, como el relevo a la
dirigencia revolucionaria histórica. Los revolucionarios cubanos y el resto del
pueblo entendían que Lage y Felipe, debido a su excepcional proceso de
aprendizaje, estarían entre los principales futuros dirigentes que conducirían
al país por camino seguro en el futuro. Más hace cuatro años esos supuestos se fueron súbita
y desconcertantemente a bolina.
El pueblo cubano, y
entre éste su vanguardia revolucionaria tiene que conocer en la práctica
política e ideológica diaria a los que van a tener las más altas
responsabilidades en la dirección de la Revolución cuando ya no estén vivos los
dirigentes históricos que la han conducido hasta ahora, quienes siempre han
contando con la más profunda confianza, respeto y agradecimiento de la gran
mayoría de los cubanos y de las cubanas.
Confianza y respeto
del pueblo y de su vanguardia revolucionaria que tienen que ganarse las nuevas
generaciones de dirigentes revolucionarios por su ejemplo así como por su
intransigente compromiso con los principios, objetivos y valores de la
Revolución.
Por eso la designación
en este justo momento de Miguel Díaz-Canel, quien combina sus aún jóvenes 52
años de vida, muchos años de acertada experiencia política acumulada, y la
confianza de la alta dirigencia revolucionaria es motivo de sosiego y
certidumbre en el porvenir del proceso revolucionario del pueblo cubano.
Ahora a él, como
figura principal de esas nuevas generaciones de dirigentes revolucionarios
cubanos y al resto de esos nuevos dirigentes, les corresponde actuar con mayor desenvolvimiento
político público. Para de esta forma todos
ellos probarse aún más y de esa manera lograr que el pueblo los conozca mejor y
así ganarse su imprescindible confianza y respeto.
Buen momento para
Cuba. Buen momento para su Revolución.//
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