Por Esteban Morales Domínguez *
(Versión revisada por el autor)
MONCADA
Obama no ha logrado cumplir una sola de las promesas políticas o económicas que ha hecho durante su mandato. Y decursando su segundo periodo, está en las peores condiciones para lograr dar un vuelco estratégico a la situación.
Entonces, si Obama quiere anotarse algún logro en política exterior, ahí tiene a Cuba para que lo intente. Sobre todo, si Obama ya debe tener claro que su política hacia América Latina pasa por la reconciliación con Cuba, la que habiendo sido expulsada de la OEA en 1962, ahora tiene más prestigio en el hemisferio, que la mencionada organización y Estados Unidos juntos.
Cuba ha devenido entonces en el asunto menos complejo por medio del cual Obama lograría anotarse algún punto en su fracasada política exterior. Todos los demás asuntos son más complejos y difíciles de solucionar, que los de la política hacia Cuba. Además, Cuba se ha lanzado a desplegar proyectos económicos que todo indica están resultando muy atractivos para el capital extranjero y el capital norteamericano en particular.
No obstante, las contradicciones de la actual política norteamericana hacia Cuba no son solo con sus aliados occidentales, que ya no aceptan el bloqueo, ni solo con su histórico “traspatio”, sino también internas. Cuba ha comenzado a aparecer como un fracaso de política Interna y ello se ha agudizado en los últimos meses, produciéndose lo que puede ser considerado como un reclamo masivo de sectores económicos importantes dentro de Estados Unidos, que ven cómo se les escapan las oportunidades de relacionarse con Cuba.
Por lo que la política hacia Cuba ha estallado no solo a nivel internacional, sino dentro de la propia política interna norteamericana. Siempre hemos dicho que aunque no es nada despreciable lo que Cuba puede hacer para que la política de Estados Unidos hacia la Isla cambie, es en los Estados Unidos donde esta política debe cambiar. Y ello parece estarse produciendo a un nivel como nunca antes. Nunca había existido un ambiente interno como el que se está produciendo ahora dentro de Estados Unidos, en la formación de un consenso para que la política hacia Cuba cambie.
Excepto la extrema derecha cubanoamericana, Obama prácticamente no encontraría aliados internos para seguir su actual política hacia Cuba. No creo tampoco que los esté buscando ahora, cuando al parecer aparecen fuertes intereses e intenciones de cambiar la política.
Históricos aliados de la extrema derecha en la política hacia Cuba, le han comenzado a decir al Presidente que tal política, por fracasada, debe ser cambiada. Hasta Hillary Clinton, su antigua secretaria de Estado, le ha dicho que debe cambiar la política, echando abajo el Bloqueo contra Cuba. Su actual Secretario de Estado Kerry, también es partidario del cambio. Gentes como Negroponte (1) le sugieren lo mismo. Es amplia la lista de los que están pidiendo a Obama un cambio de política hacia Cuba.
Si lo que Obama esperaba era un consenso para cambiar la política, ya lo tiene. Los temores de cambiar la política hacia Cuba, pueden ser mucho menores ahora. Porque los que se opondrían no cuentan ya con la fuerza necesaria para crearle dificultades.
Al menos en la política hacia Cuba, la correlación de fuerzas que Obama esperaba para cumplir su tarea de dejarle la silla presidencial a un demócrata en las próximas elecciones ya se está produciendo de manera creciente. No sería ya un problema para un futuro candidato demócrata, que Obama cambiase la política.
Además, la situación de Estados Unidos en política exterior tiende al empeoramiento, la interna no mejora y con Cuba, esta última avanza en sus intenciones de superar las dificultades internas, variable fundamental, que sobre todo en los últimos años ha sido seguida muy de cerca por Estados Unidos.
Es cierto que la situación de Cuba presenta aun sus incertidumbres, pero Obama parece no estar en condiciones de esperar mucho tiempo. Fracasos externos ya no puede acumular más; peligros internos le sobran y en el hemisferio, como se dice, “ya la jugada esta cantada”.
Todo lo apuntado pone claramente de manifiesto que la política de aislar a Cuba ha tenido un efecto contraproducente para Estados Unidos. Resultando que es este último el aislado. Mientras que Cuba ha logrado insertarse fuertemente en el mundo, particularmente en el hemisferio, Estados Unidos se ha quedado como un tonto, “lamiendo” incansable y furiosamente una “chambelona”, con sabor a bloqueo, que ya nadie sigue ni respeta.
El caso de Alan Gross como ultima justificación, ya está agotado. El presidente Obama debe saber que sus argumentaciones son insostenibles, que ni la propia familia las acepta, poniendo en manos de Obama, como era de esperar, toda la responsabilidad de lo que pueda ocurrir. En reciente artículo ya le dijimos al Presidente que no debe esperar más. Gross es un hombre de más de 60 años, preso, alejado de sus familiares, sobre el cual hay que tomar una decisión que beneficie su salida de Cuba y no esperar por desenlaces lamentables que convertirían en inoperante cualquier solución.
Obama acaba de cambiar 5 talibanes, terroristas de la peor clase, por un oficial norteamericano prisionero, operación que ha resultado muy cuestionada. ¿Qué espera Obama para canjear por Alan Gross a los 3 antiterroristas cubanos que llevan más de 15 años presos en cárceles norteamericanas?
No creo que Obama piense que está sacrificando un ápice de seguridad nacional ni del poco prestigio que ya tiene, por realizar ese cambio; cuando está más que demostrado que lo único que haría sería quitarle de encima al sistema de justicia norteamericana la vergüenza de haber tenido presos a condenados en un juicio amañado y carente de toda legalidad.
No se trata de que pensemos que Obama lo primero que puede hacer sería levantar el bloqueo. No somos tontos ni ilusos, sabemos que ese engendro transnacional, solo puede ser levantado por el Congreso. Pero el Presidente cuenta con muchas facultades ejecutivas para aliviarlo, mientras impone sus buenos oficios para que el congreso levante el bloqueo.
Obama puede dejar de imponer multas y todas las restricciones que aplica, como la de limitar los viajes de norteamericanos a Cuba. Y otras tantas medidas que están dentro de sus facultades ejecutivas. Todas las medidas restrictivas que G. Bush adoptó contra Cuba no pasaron por el Congreso, lo hizo basado en sus prerrogativas presidenciales. Obama puede hacer otro tanto con múltiples medidas que aliviarían las restricciones y que no tienen que ser aprobadas por el congreso.
Consejos no le faltan al Presidente. El Informe “Lugar” del 2009, los Informes del “Cuban Study Group”, el Informe de Carter en su viaje a Cuba y otros tantos rendidos por Senadores y hombres de negocio que han visitado la Isla; más recientemente el Informe de Donahue, presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos. Todos le recomiendan a Obama que ha llegado la hora de cambiar la política hacia Cuba y de levantar el bloqueo.
Nunca respecto a la política norteamericana hacia Cuba había existido un consenso tan amplio de cambiarla. No se trata de una iniciativa presidencial, como la de James Carter y Walter Mondale en 1977, sino de algo más amplio, que abarca a casi todos los sectores de la sociedad norteamericana, lo que incluye políticos, académicos, congresistas, hombres de negocio y personas dentro de la administración actual, hasta llegar a muchos que nunca se caracterizaron por una actitud de cambio en la política hacia Cuba.
Por supuesto, no podemos esperar que se trate de un cambio de política para convivir con Cuba, sino para cambiar a Cuba. Se trata de que, respecto a la política seguida hasta ahora, existe el convencimiento pragmático de que es una política que no ha logrado los objetivos para los cuales fue diseñada y es necesario cambiarla. Lo cual ya es un logro, aunque no sea para abandonar sus esenciales objetivos. La vieja política, con sus objetivos estratégicos, continuará viviendo dentro de la nueva política, la que será solo nueva en cuanto a los métodos e instrumentos a utilizar, pero nunca nueva en cuanto a los objetivos a lograr con Cuba.
Casi todos, del lado de allá del Estrecho de La Florida, están convencidos que Cuba ha logrado sobrevivir a los instrumentos y métodos de la vieja política, pero también de que no sobrevivirá a los instrumentos y métodos de la “nueva política”. Pensar lo contario sería una ilusión, pues lo que ahora tiene lugar es solo un cambio de táctica, no de estrategia. La estrategia continúa siendo la misma: recuperar a Cuba.
Por supuesto, no debemos esperar tampoco que los cambios de política sean meramente cosméticos; no podemos engañarnos: los cambios serán creíbles, porque lograr que Cuba los acepte como reales, creíbles, será también parte de la nueva estrategia. Pues en la medida en que Cuba acepte que los cambios son reales, ello será condición sine qua non para que entremos confiados en el túnel del retorno al área de influencia de Estados Unidos.
Creo que Cuba, por su parte, no debe variar su estrategia, que no es para hacer daño a nadie sino para evitar que le hagan daño. Cuba debe continuar trabajando incansablemente por su fortaleza interna. Seguir adelante con sus proyectos, sobre todo económicos y aceptar todo cuanto los fortalezcan. Esa debe ser la medida, la “regla de oro” de la política cubana en medio de las perspectivas de cambio que ahora parecen estarse abriendo.
Como decía Nicolás Guillén en su famosa poesía:
“Tun tun ¿quién es? la paloma y el laurel: ¡ abre la muralla! “; tun tun ¿quién es? el sable del coronel: ¡cierra la muralla! “…al corazón del amigo, ¡abre la muralla! ... al veneno y al puñal, ¡cierra la muralla… !
Notas:(1) John Negroponte, Oficial de Inteligencia y Diplomático, fue Director Nacional de Inteligencia de Estados Unidos en la Administración de George W. Bush. (Nota del Editor de Cubarte).
Obama no ha logrado cumplir una sola de las promesas políticas o económicas que ha hecho durante su mandato. Y decursando su segundo periodo, está en las peores condiciones para lograr dar un vuelco estratégico a la situación.
Entonces, si Obama quiere anotarse algún logro en política exterior, ahí tiene a Cuba para que lo intente. Sobre todo, si Obama ya debe tener claro que su política hacia América Latina pasa por la reconciliación con Cuba, la que habiendo sido expulsada de la OEA en 1962, ahora tiene más prestigio en el hemisferio, que la mencionada organización y Estados Unidos juntos.
Cuba ha devenido entonces en el asunto menos complejo por medio del cual Obama lograría anotarse algún punto en su fracasada política exterior. Todos los demás asuntos son más complejos y difíciles de solucionar, que los de la política hacia Cuba. Además, Cuba se ha lanzado a desplegar proyectos económicos que todo indica están resultando muy atractivos para el capital extranjero y el capital norteamericano en particular.
No obstante, las contradicciones de la actual política norteamericana hacia Cuba no son solo con sus aliados occidentales, que ya no aceptan el bloqueo, ni solo con su histórico “traspatio”, sino también internas. Cuba ha comenzado a aparecer como un fracaso de política Interna y ello se ha agudizado en los últimos meses, produciéndose lo que puede ser considerado como un reclamo masivo de sectores económicos importantes dentro de Estados Unidos, que ven cómo se les escapan las oportunidades de relacionarse con Cuba.
Por lo que la política hacia Cuba ha estallado no solo a nivel internacional, sino dentro de la propia política interna norteamericana. Siempre hemos dicho que aunque no es nada despreciable lo que Cuba puede hacer para que la política de Estados Unidos hacia la Isla cambie, es en los Estados Unidos donde esta política debe cambiar. Y ello parece estarse produciendo a un nivel como nunca antes. Nunca había existido un ambiente interno como el que se está produciendo ahora dentro de Estados Unidos, en la formación de un consenso para que la política hacia Cuba cambie.
Excepto la extrema derecha cubanoamericana, Obama prácticamente no encontraría aliados internos para seguir su actual política hacia Cuba. No creo tampoco que los esté buscando ahora, cuando al parecer aparecen fuertes intereses e intenciones de cambiar la política.
Históricos aliados de la extrema derecha en la política hacia Cuba, le han comenzado a decir al Presidente que tal política, por fracasada, debe ser cambiada. Hasta Hillary Clinton, su antigua secretaria de Estado, le ha dicho que debe cambiar la política, echando abajo el Bloqueo contra Cuba. Su actual Secretario de Estado Kerry, también es partidario del cambio. Gentes como Negroponte (1) le sugieren lo mismo. Es amplia la lista de los que están pidiendo a Obama un cambio de política hacia Cuba.
Si lo que Obama esperaba era un consenso para cambiar la política, ya lo tiene. Los temores de cambiar la política hacia Cuba, pueden ser mucho menores ahora. Porque los que se opondrían no cuentan ya con la fuerza necesaria para crearle dificultades.
Al menos en la política hacia Cuba, la correlación de fuerzas que Obama esperaba para cumplir su tarea de dejarle la silla presidencial a un demócrata en las próximas elecciones ya se está produciendo de manera creciente. No sería ya un problema para un futuro candidato demócrata, que Obama cambiase la política.
Además, la situación de Estados Unidos en política exterior tiende al empeoramiento, la interna no mejora y con Cuba, esta última avanza en sus intenciones de superar las dificultades internas, variable fundamental, que sobre todo en los últimos años ha sido seguida muy de cerca por Estados Unidos.
Es cierto que la situación de Cuba presenta aun sus incertidumbres, pero Obama parece no estar en condiciones de esperar mucho tiempo. Fracasos externos ya no puede acumular más; peligros internos le sobran y en el hemisferio, como se dice, “ya la jugada esta cantada”.
Todo lo apuntado pone claramente de manifiesto que la política de aislar a Cuba ha tenido un efecto contraproducente para Estados Unidos. Resultando que es este último el aislado. Mientras que Cuba ha logrado insertarse fuertemente en el mundo, particularmente en el hemisferio, Estados Unidos se ha quedado como un tonto, “lamiendo” incansable y furiosamente una “chambelona”, con sabor a bloqueo, que ya nadie sigue ni respeta.
El caso de Alan Gross como ultima justificación, ya está agotado. El presidente Obama debe saber que sus argumentaciones son insostenibles, que ni la propia familia las acepta, poniendo en manos de Obama, como era de esperar, toda la responsabilidad de lo que pueda ocurrir. En reciente artículo ya le dijimos al Presidente que no debe esperar más. Gross es un hombre de más de 60 años, preso, alejado de sus familiares, sobre el cual hay que tomar una decisión que beneficie su salida de Cuba y no esperar por desenlaces lamentables que convertirían en inoperante cualquier solución.
Obama acaba de cambiar 5 talibanes, terroristas de la peor clase, por un oficial norteamericano prisionero, operación que ha resultado muy cuestionada. ¿Qué espera Obama para canjear por Alan Gross a los 3 antiterroristas cubanos que llevan más de 15 años presos en cárceles norteamericanas?
No creo que Obama piense que está sacrificando un ápice de seguridad nacional ni del poco prestigio que ya tiene, por realizar ese cambio; cuando está más que demostrado que lo único que haría sería quitarle de encima al sistema de justicia norteamericana la vergüenza de haber tenido presos a condenados en un juicio amañado y carente de toda legalidad.
No se trata de que pensemos que Obama lo primero que puede hacer sería levantar el bloqueo. No somos tontos ni ilusos, sabemos que ese engendro transnacional, solo puede ser levantado por el Congreso. Pero el Presidente cuenta con muchas facultades ejecutivas para aliviarlo, mientras impone sus buenos oficios para que el congreso levante el bloqueo.
Obama puede dejar de imponer multas y todas las restricciones que aplica, como la de limitar los viajes de norteamericanos a Cuba. Y otras tantas medidas que están dentro de sus facultades ejecutivas. Todas las medidas restrictivas que G. Bush adoptó contra Cuba no pasaron por el Congreso, lo hizo basado en sus prerrogativas presidenciales. Obama puede hacer otro tanto con múltiples medidas que aliviarían las restricciones y que no tienen que ser aprobadas por el congreso.
Consejos no le faltan al Presidente. El Informe “Lugar” del 2009, los Informes del “Cuban Study Group”, el Informe de Carter en su viaje a Cuba y otros tantos rendidos por Senadores y hombres de negocio que han visitado la Isla; más recientemente el Informe de Donahue, presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos. Todos le recomiendan a Obama que ha llegado la hora de cambiar la política hacia Cuba y de levantar el bloqueo.
Nunca respecto a la política norteamericana hacia Cuba había existido un consenso tan amplio de cambiarla. No se trata de una iniciativa presidencial, como la de James Carter y Walter Mondale en 1977, sino de algo más amplio, que abarca a casi todos los sectores de la sociedad norteamericana, lo que incluye políticos, académicos, congresistas, hombres de negocio y personas dentro de la administración actual, hasta llegar a muchos que nunca se caracterizaron por una actitud de cambio en la política hacia Cuba.
Por supuesto, no podemos esperar que se trate de un cambio de política para convivir con Cuba, sino para cambiar a Cuba. Se trata de que, respecto a la política seguida hasta ahora, existe el convencimiento pragmático de que es una política que no ha logrado los objetivos para los cuales fue diseñada y es necesario cambiarla. Lo cual ya es un logro, aunque no sea para abandonar sus esenciales objetivos. La vieja política, con sus objetivos estratégicos, continuará viviendo dentro de la nueva política, la que será solo nueva en cuanto a los métodos e instrumentos a utilizar, pero nunca nueva en cuanto a los objetivos a lograr con Cuba.
Casi todos, del lado de allá del Estrecho de La Florida, están convencidos que Cuba ha logrado sobrevivir a los instrumentos y métodos de la vieja política, pero también de que no sobrevivirá a los instrumentos y métodos de la “nueva política”. Pensar lo contario sería una ilusión, pues lo que ahora tiene lugar es solo un cambio de táctica, no de estrategia. La estrategia continúa siendo la misma: recuperar a Cuba.
Por supuesto, no debemos esperar tampoco que los cambios de política sean meramente cosméticos; no podemos engañarnos: los cambios serán creíbles, porque lograr que Cuba los acepte como reales, creíbles, será también parte de la nueva estrategia. Pues en la medida en que Cuba acepte que los cambios son reales, ello será condición sine qua non para que entremos confiados en el túnel del retorno al área de influencia de Estados Unidos.
Creo que Cuba, por su parte, no debe variar su estrategia, que no es para hacer daño a nadie sino para evitar que le hagan daño. Cuba debe continuar trabajando incansablemente por su fortaleza interna. Seguir adelante con sus proyectos, sobre todo económicos y aceptar todo cuanto los fortalezcan. Esa debe ser la medida, la “regla de oro” de la política cubana en medio de las perspectivas de cambio que ahora parecen estarse abriendo.
Como decía Nicolás Guillén en su famosa poesía:
“Tun tun ¿quién es? la paloma y el laurel: ¡ abre la muralla! “; tun tun ¿quién es? el sable del coronel: ¡cierra la muralla! “…al corazón del amigo, ¡abre la muralla! ... al veneno y al puñal, ¡cierra la muralla… !
Notas:(1) John Negroponte, Oficial de Inteligencia y Diplomático, fue Director Nacional de Inteligencia de Estados Unidos en la Administración de George W. Bush. (Nota del Editor de Cubarte).
* Esteban Morales Domínguez es economista, politólogo y ensayista. Dr. en Ciencias (Universidad de la Habana) y Dr. en Ciencias Económicas. Miembro de la Academia de Ciencias de Cuba. Miembro de la UNEAC.
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