12 de julio de 2013
Año 3 No. 13
Año 3 No. 13
Fidel Castro
Discurso IX Aniversario, 26 de julio de 1962
“Esta fecha tiene el valor no como hecho que se proyecta al pasado, sino como un hecho que se proyecta hacia el porvenir”
Fidel Castro
Discurso X Aniversario, 26 de julio de 1963
INDICE
El Moncada: Reflexiones de Fidel Castro
Raúl Castro: El Moncada, motor pequeño como acción inicial de la Revolución26 de Julio: sentencia de muerte de la opresión neocolonial
Por qué Martí autor intelectual del Moncada
Nuestras mujeres en el Moncada
El Moncada: Reflexiones de Fidel Castro
(Fragmentos de discursos del Comandante)
Granma
"El Asalto al Cuartel Moncada no significó el triunfo de la Revolución en ese instante; pero señaló el
camino y trazó un programa de liberación nacional que abriría a nuestra Patria las puertas al Socialismo".
"Sin el Moncada no habría existido el Granma, la lucha de la Sierra Maestra y la victoria extraordinaria del Primero de Enero de 1959". Informe Central al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (La Habana, 17 de diciembre de 1975)
“Ni las armas, ni el tipo de las armas, ni la experiencia, y ni siquiera los factores fortuitos acompañaron a aquel primer esfuerzo. Pero aquel primer esfuerzo significó un camino que no se habría de abandonar después jamás; significó un camino que nos ha llevado a lo largo de 14 años; significó el camino que abrió
para el pueblo revolucionario la conquista del poder”.
“Es necesario recordar esa historia. Pero hay un hecho que resalta, que fue la tenacidad del pueblo, la confianza del pueblo, la perseverancia en esa lucha. No hemos llegado, ni mucho menos, al final de ese camino, pero hemos adelantado ya un trecho importante”.
“Y esa característica esencial del movimiento revolucionario que surgió aquel día es hoy también la característica esencial de nuestra Revolución: la confianza del pueblo en sí mismo, la fe del pueblo en su causa, la convicción del pueblo de que no habrá dificultad, por grande que sea, que no logremos vencerla; de que no habrá camino, por difícil que sea, que no seamos capaces de seguirlo hasta el final”. Discurso en conmemoración del XIV aniversario del asalto al cuartel Moncada, en Santiago de cuba, el 26 de julio de 1967
“El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias. No fue la única amarga prueba de la adversidad, pero ya nada pudo contener la lucha victoriosa de nuestro pueblo. Trincheras de ideas fueron más poderosas que trincheras de piedras. Nos mostró el valor de una doctrina, la fuerza de las ideas, y nos dejó la lección permanente de la perseverancia y el tesón en los propósitos justos.
Nuestros muertos heroicos no cayeron en vano. Ellos señalaron el deber de seguir adelante, ellos encendieron en las almas el aliento inextinguible, ellos nos acompañaron en las cárceles y en el destierro, ellos combatieron junto a nosotros a lo largo de la guerra.
Los vemos renacer en las nuevas generaciones que crecen al calor fraternal y humano de la Revolución”.
“En el programa del Moncada, que con toda claridad expusimos ante el tribunal quenos juzgó, estaba el germen de todo el desarrollo ulterior de la Revolución. Su lectura cuidadosa evidencia que nos apartábamos ya por completo de la concepción capitalista del desarrollo económico y social”.
“Como hemos dicho otras veces, aquel programa encerraba el máximo de objetivos revolucionarios y económicos que en aquel entonces se podía plantear, por el nivel político de las masas y la correlación nacional e internacional de fuerzas. Pero su aplicación consecuente nos conduciría a los caminos que hoy
transitamos. Nosotros confiábamos plenamente en las leyes de la historia y en la energía sin límite de un pueblo liberado”.
“Ningún programa económico y social se cumplió jamás en este continente como se ha cumplido el programa del Moncada. Con el devenir del tiempo y la propia lucha se han superado con creces todas las esperanzas de entonces y avanzamos hace rato mucho más allá, por la senda gloriosa de la revolución
socialista”. Acto central en conmemoración del XX aniversario del ataque al cuartel Moncada, 26 de julio de 1973.
Raúl Castro: El Moncada, motor pequeño como acción inicial de la Revolución Artículo publicado en 1961 en ocasión del VIII aniversario del 26 de Julio Libro Moncada, editorial Ciencias Sociales, Instituto Cubano del Libro, 1975
“Aquel no era el asalto a una fortaleza para alcanzar el poder con la acción de un centenar de hombres: era el primer paso de un grupo decidido para armar al pueblo de
Cuba e iniciar la Revolución”.
“No era un putsch que tuviera el propósito de buscar un triunfo fácil sin masas; era una acción de sorpresa para desarmar al enemigo y armar al pueblo, a fin de emprender con éste la acción revolucionaria armada”.
“No era una acción para quitar simplemente a Batista y sus cómplices del poder; era el inicio de una acción para transformar todo el régimen político y económicosocial
de Cuba y acabar con la opresión extranjera, con la miseria, con el desempleo, con la insalubridad y la incultura que pesaban sobre la patria y el pueblo”.
“Estábamos de acuerdo, y teníamos conciencia de que era necesario para destruir la tiranía, poner en marcha un movimiento de masas; pero con los antecedentes expuestos, ¿cómo lograrlo? Por aquellos tiempos Fidel decía: “Hace falta echar a andar un motor pequeño que ayude a arrancar el motor grande”.
“El motor pequeño era una acción inicial con aquellos jóvenes que, marchando casi militarmente, lo seguían aquel 28 de enero de 1953 y que, unas veces, en pequeños grupos introducidos en la universidad y, otras, en pequeñas fincas propiedad de campesinos amigos en el interior de la provincia de La Habana,
habían ido recibiendo instrucción militar elemental, con manejo de armas y algunas prácticas de tiro”.
Raúl Castro
26 de Julio: sentencia de muerte de la opresión neocolonial
25 julio 2010
Cubadebate
La historia marca sucesos capaces de cambiar el rumbo de una nación entera como el asalto al cuartel Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en 1953, cuya grandeza trascendió
las fronteras patrias e inició una nueva era en Nuestra América.
La justeza de sus ideas llevó a la generación del centenario martiano a exponer sin miedo sus vidas y sembrar la semilla de ese cambio histórico rotundo que, a pesar del fracaso militar, empezó a convertirse en realidad un lustro después.
En 1898, la intervención militar de Estados Unidos frustró la independencia y soberanía; desde entonces Washington impidió todo intento de los cubanos de sacudirse su yugo.
A casi medio siglo de la instauración de la República neocolonial agotada por la demagogia, la corrupción y el robo del tesoro público-, retrocedió a la época de la bota militar y la tortura con el golpe de estado del 10 de marzo de 1952.
Fulgencio Batista estableció su segunda dictadura, semanas antes de las elecciones presidenciales del próximo primero de junio, en las que se esperaba el triunfo del partido Ortodoxo, no obstante la muerte de su líder Eduardo Chibás.En su carácter de abogado, Fidel Castro -entonces con 25 años de edad-, demandó a Batista ante el Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales, sin éxito alguno.
Luego de esperar inútilmente una reacción de las fuerzas opositoras contra los
golpistas, en la que sería simple soldado, Fidel asumió la responsabilidad de llevar adelante la Revolución con gente de pueblo, desconocida.
Buscó a los futuros combatientes, en su mayoría, en la juventud ortodoxa radical que siguió la prédica de Chibás contra la corrupción, por la independencia económica, la libertad política y la justicia social.
Logró entrenar y organizar en secreto a más de mil hombres: jóvenes obreros, empleados, campesinos, trabajadores en oficios diversos o desempleados.
Entre el centenar y medio de los escogidos para las acciones de Santiago de Cuba y Bayamo sólo media docena eran estudiantes, tres contadores profesionales y cuatro graduados universitarios.
El asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba se decide por ser la segunda plaza en importancia militar del país, ubicada en el lado opuesto a la capital - centro de mayor poderío militar-represivo de la tiranía-, un domingo en medio de celebración de los carnavales. Además de los factores históricos y sociales para la
selección de esta ciudad y la cantidad de armas allí almacenadas, las condiciones físico-geográficas se consideraron también muy favorables: rodeada de los principales sistemas montañosos del país.
El plan táctico seguido para las acciones del 26 de julio de 1953 incluía la toma del Palacio de Justicia y el Hospital Saturnino Lora, contando con la dirección de Raúl Castro y Santamaría respectivamente al frente de estas maniobras. Para la toma de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes se concibió la
dirección de Fidel Castro y Antonio ÑicoLopez.
Por razones imprevistas falló el factor sorpresa y fue imposible apoderarse de las armas necesarias para comenzar la Revolución y entregarlas a los santiagueros; es decir, echar a andar un motor pequeño que ayudara a arrancar el motor grande.
A pesar de ello, retomar la continuidad de la Revolución constituye una de las principales virtudes de la hazaña del Moncada, junto a situar el protagonismo popular en el centro de las acciones.
Con ocho asaltantes muertos en combate y más de 50 asesinados posteriormente por los esbirros batistianos, la acción despertó la conciencia nacional en apoyo y simpatía de los moncadistas. La represión desatada por la dictadura ganó adeptos a la causa revolucionaria.
Las rejas se abrieron a los revolucionarios presos en menos de dos años por presión popular y, pronto, el Movimiento 26 de Julio constituyó la opción principal de los cubanos con su Programa del Moncada, el cual guió las posteriores etapas del proceso hasta su cumplimiento.
Contenido en el alegato de autodefensa de Fidel Castro, La Historia me Absolverá, el el Programa proclama sus objetivos políticos, económicos y sociales, los más avanzados en esas materias, encaminados a resolver una serie de problemas de prioridad, entre estos los vinculados a la tierra, la industrialización, la vivienda, el desempleo, la educación y la salud del pueblo.
Profundamente martianos, los moncadistas juraron en su Manifiesto, antes de partir al combate, hacer una patria mejor, sueño supremo de José Martí, declarado por Fidel Castro autor intelectual del Moncada.
Ellos se proponían culminar la Revolución Cubana inconclusa, la de Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Antonio Maceo, Martí, Julio Antonio Mella, Antonio Guiteras, Rafael Trejo, Rubén Martínez Villena y Eduardo Chibás.
Por la dignidad y el decoro de los hombres de Cuba, esta Revolución triunfará, afirmaron. Era necesaria una arremetida final para culminar la obra de nuestros antecesores, y eso fue el 26 de julio, señaló Fidel en 1973.
Por qué Martí autor intelectual del Moncada 22/7/92
Granma
Fidel, detenido luego del asalto al Moncada. Bastaría una sola frase de Fidel Castro en los días del Moncada, pronunciada por él enfáticamente en el alegato de autodefensa de los hechos del 26 de julio de 1953, conocido como La Historia me absolverá, para respondernos la pregunta de por qué el Jefe de la
Revolución dijo que José Martí era el único autor intelectual del asalto al Moncada.
La frase a la cual hago referencia es aquella que dice: "Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el
pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos".
Fue porque Fidel y sus compañeros integrantes de la generación del centenario
habían bebido en la fuente del pensamiento de José Martí, conocían sus textos y
se afiliaron a las concepciones de su apostolado independentista, que pudieron ver más lejos que los demás de su época, y no solo ver, sino actuar en forma consecuente, frente a la situación provocada por el golpe militar del 10 de marzo, antecedida de un período de corrupción política y administrativa de los gobiernos
anteriores a la asonada militar conocida como madrugonazo por ampararse en la oscuridad de la noche para darle el tiro de gracia al régimen institucional del presidente Carlos Prío Socarrás.
Quienquiera que lea La Historia me absolverá y antes el interrogatorio de los jueces a Fidel, durante el juicio, observará cuántas veces está mencionado Martí, el Maestro, el Apóstol, no como un recurso oratorio sino conceptualmente a modo de ejemplo sobre el papel que desempeñó su doctrina en la formación del
pensamiento revolucionario de los que en su nombre limpiaron el honor de la patria.
Dice Fidel en su alegato: "Para dar a entender que estaba resuelto a luchar solo contra tanta bajeza, añadí a mi escrito aquel pensamiento del Maestro: Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército". Hoy podríamos decir que la resistencia de la Revolución por su justeza, frente a un mundo unipolar, podrá más que ese poder absoluto que nos yugula.
No hay otra razón para pensar el porqué se le prohibieron a Fidel en la cárcel de Boniato los libros de José Martí. De ello él dice: "Parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos".
La entrega en bien de la nación, el sacrificio de intereses personales propios de la juventud e incluso el sacrificio de sus vidas en los heroicos combatientes del Moncada y Bayamo; y la postura enhiesta de los sobrevivientes que supieron, además de defender las ideas por las cuales lucharon, denunciar los crímenes
cometidos con otros compañeros en su presencia o de los cuales tuvieron conocimiento en Santiago de Cuba en los días del Moncada, tiene respuesta en el pensamiento martiano de: "...el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber, y ese es el mismo hombre práctico cuyo
sueño de hoy será la ley de mañana".
Otros ejemplos de Martí pondría Fidel en su pronunciamiento y en un punto de su exposición dirá: "Que hable por mí el Apóstol". Es que el Apóstol había dejado sentado que "los cuerpos de los mártires son el altar más hermoso de la honra" y no se les puede defraudar.
En aquellos días se celebraba el centenario del nacimiento de José Martí y la República acababa de cumplir solo 50 años. Las fechas habían sido humilladas por el golpe militar que llevaba al poder a hombres desacreditados e incluso a connotados asesinos; de más está decir que sus autores respondían totalmente a los intereses antinacionales, eran hechura o materia dúctil de la embajada norteamericana porque ni Washington tenía que mover un dedo para hacer cumplir su voluntad. La generación del centenario reivindicaría la memoria del Apóstol en primer lugar, desde el mismo 28 de enero de 1953.
Fue muy fácil para la Dirección del Movimiento nuclear sus huestes, porque al igual que cada uno de los que la integraron hasta el más modesto y menos letrado de aquellos jóvenes vivía orgulloso de la historia de la Patria. Fidel lo expuso claramente en el juicio: "Vivimos orgullosos de la historia de nuestra Patria; la
aprendimos en la escuela y hemos crecido oyendo hablar de libertad, de justicia, y de derechos.
Se nos enseñó a venerar desde temprano el ejemplo glorioso de nuestros héroes y de nuestros mártires, Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y Martí, fueron los primeros nombres que se grabaron en nuestro cerebro; se nos enseñó que el Titán había dicho que la libertad no se mendiga sino se conquista con el filo del machete", expresó el joven Fidel Castro en nombre propio y de sus compañeros.
Algunas veces me han preguntado qué me parecieron esos jóvenes que vi por primera vez en la Sala del Pleno de la Audiencia de Santiago de Cuba cuando se inició el juicio del Moncada y mi respuesta no se ha hecho esperar: "Creí que estaba viendo a los mambises". Y es que la enseñanza de la historia caló muy
hondo en generaciones de cubanos y siempre que cala tiene frutos.
Fidel les dijo a quienes lo juzgaban en respuesta al hecho de haber tomado las armas para hacer una Cuba mejor: "Se nos enseñó a querer y defender la hermosa bandera de la estrella solitaria y a cantar todas las tardes un himno cuyos versos dicen que vivir en cadenas es vivir en oprobios y afrentas sumidos y que
morir por la patria es vivir". Por eso vivirán siempre en el corazón y en las obras que una Cuba diferente ha hecho en su nombre, aquellos jóvenes de la generación del centenario que abonan la tierra que quisieron para siempre libre y soberana, ellos cayeron por ese pueblo que Martí quería cuando dijo: "El pueblo
más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijohijos en la instrucción del pensamiento y en la dirección de sus sentimientos".
Nuestras mujeres en el Moncada
“… Los soldados de la tiranía no entraron en el hospital hasta una hora después de cesar el fuego. Entonces comenzó la orgía de sangre. A uno de los hermanos Matheu que había sido herido, lo sacaron de su cama y lo desaparecieron. A nosotros nos llevaron hacia el cuartel. Antes de llegar al mismo, asesinaron al doctor Muñoz. Estaba a unos pasos de nosotros. Nos llevaron al club de oficiales del Moncada. Allí iban llegando los muchachos que venían de las cámaras de torturas Allí llevaron a un compañero al que habíamos vendado una herida en el vientre. Venía con el cuerpo destrozado, con la cara cubierta de sangre… Yo traté
de sostenerlo con los hombros, pero era inútil, cayó al suelo.
Allí lo patearon y golpearon más aún. Estaba ya inconsciente. Luego de lo llevaron y no lo vimos más”.
“… Bajo las mesas de billar los muchachos ya torturados se quejaban sangrando sobre las baldosas. Se los llevaban de cuatro en cuatro, los arrastraban con ellos y un rato después los traían desmadejados para llevarse cuatro más. ¿Qué les hacían más allá de aquella puerta? Nunca lo supimos, porque a todos les habían arrancado los dientes a culetazos y cuando querían hablarnos sólo abrían la boca enseñando las encías ensangrentadas y murmurando cosas que no se entendían”.
Melba Hernández
“… El hombre se nos acercó. Sentimos una nueva ráfaga de ametralladoras. Corrí a la ventana. Melba corrió detrás de mí. Sentí las manos de Melba sobre mis hombros. Vi al hombre que se acercaba y oí una voz que decía: Han matado a tu hermano.
Sentí las manos de Melba. Sentí de nuevo el ruido del plomo acribillando mi memoria. Sentí que decía, sin reconocer mi propia voz: ¿A sido Abel? El hombre nos respondió. Melba se me acercó. Toda Melba eran aquellas manos que me acompañaban.
¿Qué hora es? Melba respondió: Son las nueve”.
Haydee Santamaría











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