24 marzo 2013
George Bush
A George W. Bush y Dick Cheney
De Tomas Young
Escribo esta carta en el décimo aniversario de la Guerra contra Iraq en
nombre de mis compañeros veteranos de la guerra. Escribo esta carta en nombre
de los 4.488 soldados y marine que murieron en Iraq. Escribo en nombre de los
centenares de miles de veteranos que fueron heridos y en nombre de aquellos
cuyas heridas, físicas y sicológicas, han destruido sus vidas. Yo soy uno de esos
heridos graves. Me quedé paralítico en un ataque de la insurgencia en 2004 en
Ciudad Sadr. Mi vida está llegando al final. Vivo al cuidado de un hospital
para enfermos terminales.
Escribo esta carta en nombre de los esposos y esposas que han perdido a sus
parejas, en nombre de los niños y niñas que han perdido a un padre, en nombre
de los padres y madres que han perdido hijos e hijas y en nombre de aquellos
que se preocupan por los miles de compañeros veteranos que sufren lesiones
cerebrales. Escribo esta carta en nombre de los veteranos cuyos traumas y cuyo
auto-rechazo por lo que vieron, sufrieron y cometieron en Iraq les condujo al
suicidio, y en nombre de los soldados y marine en servicio activo que consuman,
de media, un suicidio cada día. Escribo esta carta en nombre de un millón
aproximado de muertos iraquíes y en el de los incontables heridos de ese país.
Escribo esta carta en nombre de todos nosotros, el detritus humano que ha
legado vuestra guerra, aquellos que pasarán sus vidas marcados por un dolor y
un luto interminables.
Escribo esta carta, mi última carta, a ti, Bush y a ti, Cheney. No lo
hago porque crea que vayáis a comprender las terribles consecuencias humanas y
morales de vuestra mentira, de vuestra manipulación y de vuestra sed de riqueza
y poder. Os escribo porque antes de morir, quiero dejar constancia de que yo, y
centenares de miles de compañeros veteranos, de millones de compatriotas, y
otros tantos centenares de millones de iraquíes y de Oriente Próximo, sabemos
perfectamente quienes sois y lo que habéis hecho. Podréis evadiros de la
justicia pero a nuestros ojos ambos sois culpables de gravísimos crímenes de
guerra, de saqueo, y por último, de asesinato, incluido el asesinato de miles
de jóvenes estadounidenses —mis compañeros veteranos— cuyo futuro robasteis.
Vuestra posición de autoridad, vuestros millones de dólares de riquezas
personales, vuestros consultores de relaciones públicas, vuestros privilegios y
vuestro poder no pueden ocultar la falsedad de vuestra condición. Nos enviasteis
a luchar y a morir en Iraq cuando tú, Cheney, habías esquivado el proyecto de
Vietnam, y tú, Bush, te ausentaste sin permiso de tu unidad de la Guardia
Nacional. Vuestra cobardía y egoísmo quedaron patentes hace décadas. No
estabais dispuestos a arriesgaros vosotros mismos por nuestra nación, pero
enviasteis a cientos de miles de hombres y mujeres jóvenes a ser sacrificados
en una guerra sin sentido, sin pensarlo más que el tiempo de sacar la basura.
Me uní al ejército dos días después de los ataques del 11-S. Me uní al
ejército porque nuestro país había sido atacado. Quería devolver el golpe a
quienes habían matado a unos 3 mil conciudadanos. No me uní al ejército para ir
a Iraq, un país que no participó en los ataques de septiembre de 2001 y que no
representaba ninguna amenaza para sus vecinos, y mucho menos para Estados
Unidos. No me uní al Ejército para “liberar” a los iraquíes o para acabar con
ficticias instalaciones de armas de destrucción masiva, ni para implantar lo
que vosotros llamáis cínicamente “democracia” en Bagdad y en Oriente Próximo.
No me uní al Ejército para la reconstrucción de Iraq, que en el momento en que
nos lo dijisteis hubiera podido pagarse con los ingresos del petróleo iraquí.
En su lugar, esta guerra ha costado a Estados Unidos más de 3 billones de
dólares. Sobre todo, no me uní al Ejército para llevar a cabo una guerra
preventiva. La guerra preventiva es ilegal en el marco del Derecho
Internacional. Y al ser soldado en Iraq fui, ahora lo sé, cómplice de vuestra
estupidez y vuestros crímenes. La guerra de Iraq es el mayor error estratégico
de la historia de Estados Unidos. Quebró el equilibrio de poder en Oriente
Próximo. Instaló en Bagdad a un gobierno corrupto y brutal favorable a Irán, un
gobierno que ha cimentado su poder mediante el uso de la tortura, los
escuadrones de la muerte y el terror. Y ha posicionado a Irán como la fuerza
dominante en la región. En todos los ámbitos —moral, estratégico, económico y
militar— Iraq fue un fracaso. Y fuisteis vosotros, Bush y Cheney, quienes
iniciasteis esta guerra. Sois vosotros quienes debéis pagar las consecuencias.
No escribiría esta carta si hubiera sido herido combatiendo en
Afganistán contra las fuerzas que llevaron a cabo los ataques del 11-S. Si
hubiera sido herido allí seguiría siendo un miserable debido a mi deterioro
físico y a mi muerte inminente, pero me quedaría al menos la tranquilidad de
saber que mis lesiones fueron consecuencia de mi propia decisión de defender al
país que amo. No tendría que estar en la cama, con el cuerpo atiborrado de
analgésicos, mi vida apagándose y gestionando el hecho de que cientos de miles
de seres humanos, incluidos niños y niñas, incluido yo mismo, fuimos
sacrificados por vosotros solo por la codicia de las compañías petroleras, por
vuestra alianza con los jeques del petróleo de Arabia Saudí, y por vuestra
demente visión del imperio.
He padecido, como tantos otros veteranos discapacitados, la deficiente e
inepta atención que suele proporcionar la Administración de Veteranos. He
comprendido, como muchos otros veteranos discapacitados, que nuestras heridas
mentales y físicas no son de vuestro interés, ni quizá del de ningún político.
Nos utilizasteis. Nos habéis traicionado. Y hemos sido abandonados. Tú, Bush,
te esfuerzas en fingir que eres cristiano. Pero ¿mentir no es pecado? ¿Asesinar
no es pecado? ¿No es pecado el robo y la codicia? Yo no soy cristiano. Pero
creo en el ideal cristiano. Creo que lo que haces al más pequeño de tus
hermanos es lo que finalmente te haces a ti mismo, a tu propia alma.
A mí
me ha llegado la hora de la verdad. Ya llegará la vuestra. Espero que os ponga
a prueba. Pero sobre todo espero, por vuestro bien, que halléis el coraje moral
para hacer frente a lo que nos habéis hecho, a mí y a muchos otros que merecían
vivir. Espero que antes de que acabe vuestro tiempo en esta tierra, tal y como
se acaba el mío ahora, halléis la fortaleza de espíritu para poneros ante el
pueblo estadounidense y ante el mundo, y en particular, ante el pueblo iraquí y
les pidáis perdón.

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