Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena Hernández  fueron secuestrados en agosto de 1976 en las inmediaciones de la Embajada de Cuba.  Lucharon valerosamente contra  40 hombres fuertemente armados que  finalmente consiguieron reducirlos y     trasladarlos   a Automotores Orletti.   Los torturaron salvajemente y después los asesinaron. Tenían en ese entonces 22 y 26 años.   Venían de  Cuba, socialista y revolucionaria,   pero  corrieron  la misma suerte   que muchos jóvenes argentinos secuestrados, desaparecidos y asesinados  por la Dictadura Militar. 
Pocos días después del secuestro, sus   credenciales aparecieron    junto a una nota sin firma, en la que “declaraban haber  desertado  para gozar de la libertad del mundo occidental”. El hallazgo de los restos de Crescencio Galañena y su posterior  identificación por el Equipo Argentino de Antropología Forense  agregan una nueva prueba  del cinismo de los genocidas.
            Jesús  y Crescencio fueron víctimas del plan de exterminio orquestado por las dictaduras del Sur del Continente.  El Cóndor llegó hasta ellos de la mano de un  agente de la CIA, el norteamericano  Michael Townley y de un  cubano estadounidense, Guillermo Novo Sampoll, quienes  viajaron a la Argentina para dirigir el interrogatorio y la tortura.  
           Por el secuestro y la desaparición de los compañeros  fueron condenados recientemente en Argentina el general retirado Rodolfo Cabanillas y los represores Raúl Guglielminetti, Eduardo Alfredo Ruffo y Honorio Carlos Martínez Ruiz.  Entretanto,  los terroristas entrenados  por la CIA,  colaboradores de las dictaduras del continente y autores probados de innumerables crímenes contra nuestros pueblos,  viven  sin problemas en Miami, bajo la protección de las autoridades estadounidenses. Ésas que,   sin embargo,  se arrogan el derecho de elaborar una lista de estados  “patrocinadores del terrorismo”, incluyendo  a Cuba entre ellos.
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Comité Argentino por la Libertad de los Cinco
 


 
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